Inmersa en lo profundo de las montañas de la Sierra Madre Occidental, en el noreste de México, se encuentra la comunidad rarámuri de Choréachi, ubicada en el municipio de Guadalupe y Calvo, a más de 16 horas de camino desde la ciudad de Chihuahua. Choréachi está ubicada entre los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua, en una zona rocosa y montañosa con vías de terracería de difícil y peligroso acceso.

El pasado mes de octubre de 2021, PBI recibió la petición de acompañar a Alianza Sierra Madre A.C. (ASMAC) en su desplazamiento a la Sierra Tarahumara. En presencia del CEDEHM y junto a fuerzas de seguridad, funcionarios públicos federales y estatales, observamos las mesas de trabajo que se llevaron a cabo con las comunidades rarámuri. Tanto hombres, mujeres, niños, niñas como autoridades indígenas comunitarias tuvieron la oportunidad de expresar su realidad y las necesidades de su contexto para la actualización del diagnóstico en materia social y de seguridad, en el marco de las medidas provisionales solicitadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el 2017 al estado mexicano.

Durante nuestra estancia, experimentamos la bondad y la tranquilidad que ofrece esta zona tan apartada de la ciudad. Pudimos avizorar la gran riqueza y la inmensidad de los bosques. Un valor que, según señala ASMAC e integrantes de Choréachi, ha despertado la codicia de los chabochis —nombre que reciben los mestizos—. En los territorios de esta comunidad, señalan que un solo pino que durante décadas los habitantes rarámuri han protegido, significa una gran suma de dinero para los empresarios madereros.

Para las y los rarámuri, la tierra, los árboles y las montañas son sagradas y hacen parte transversal de su forma de vida. Se piensan e integran como si fueran una sola unidad, humano/naturaleza. El respeto con su entorno, con el bosque, los animales y sus recursos es parte esencial de vivir en armonía. Ellas respetan y aprecian un árbol, tanto como a un ser humano. Sin embargo, esta visión rarámuri se ve confrontada por la realidad del contexto que indican se vive actualmente en su territorio: La sobreexplotación forestal.

Fue evidente en nuestro camino observar la exacerbada demanda maderera que ha activado la economía en esta región, lo que propicia el incremento de la población foránea o mestiza. Mientras que para las comunidades indígenas la tala de los bosques implica destruir sus vidas, violentar de forma directa su cultura y su cosmovisión del mundo. Ven cómo para los chabochí el bosque solo representa un capital económico. Paulatinamente esta realidad les ha llevado a las y los rarámuri a la pérdida de su territorio, a enfrentar dificultades para poder perpetuar sus tradiciones y su tejido social.

Los relatos que escuchamos en las mesas de trabajo hablan del temor de una comunidad de continuar perdiendo todo, de no encontrar instancias a las cuales recurrir porque señalan que las instancias jurídicas y administrativas, federales y locales a las que han acudido “nos han dado la espalda” y prefieren favorecer los intereses privados y económicos en la región. En ese sentido, ASMAC señala que, al no contar con el reconocimiento de la propiedad de las tierras que han habitado ancestralmente, ni el control del uso de sus recursos, las comunidades se encuentran entre la espada y la pared, quedando vulnerables y siendo víctimas de robo, amenazas, intimidación, expropiación y desplazamiento. Niños y niñas expresaron en sus dibujos el dolor de perder a sus padres. Algunas mujeres tímidamente contaron sus temores de la llegada de “los malos” y su temor por proteger a sus hijos e hijas mientras sus compañeros tienen que ir lejos de sus familias para encontrar un jornal.

No vivimos a gusto en nuestras propias tierras porque tenemos miedo. Es muy bonito convivir y ponernos de acuerdo para las diferentes actividades que realizamos en nuestro pueblo, pero esa tranquilidad nos la ha arrebatado la gente chabochi que se ha introducido en nuestros lugares, en nuestras tierras y en nuestros bosques y nos impide salir de nuestro pueblo para interponer algunas denuncias o para solicitar algún apoyo.

Vivimos con ese miedo porque la gente chabochi ha llegado a nuestros pueblos y así se van introduciendo en nuestro territorio, a pesar de que ya llevamos 20 años luchando por el respeto y el reconocimiento de nuestro territorio y de nuestras autoridades. Tenemos miedo de caminar en las travesías porque la gente chabochi anda de un lado para el otro y tenemos miedo de pasar por esos caminos y encontrarlos, de que nuestras familias sean víctimas de hostigamiento y amenazas. Hemos sido despojados de nuestras tierras y ya no vivimos a gusto como antes.” Comunidad indígena Choréachi. Audiencia CoIDH (2021)

Las acciones de la sobreexplotación de los bosques han generado repercusiones y han incrementado la violencia en contra de las comunidades indígenas de Choréachi, situación que ha sido evidenciada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH) que en 2014 y 2017 respectivamente, otorgaron medidas cautelares y medidas provisionales a la comunidad y al personal de ASMAC (organización que acompaña a las comunidades en su lucha legal por el reconocimiento de su territorio). En dichas medidas se ordena al estado mexicano que adopte acciones para garantizar la vida, integridad y seguridad de las personas defensoras de Choréachi.

Estos hechos no son aislados, son parte de un contexto generalizado en México, en donde alzar la voz para la defensa del territorio implica una exposición que pone en riesgo la vida e integridad de las comunidades indígenas. Solo durante 2020, Global Witness reporta que se han registrado al menos 30 ataques letales contra personas defensoras de la tierra y el medioambiente en México, la mitad fueron contra comunidades indígenas. Así mismo, Guadalupe y Calvo se ubica entre los cinco municipios más violentos del país y en los últimos tres años han sido asesinados al menos 17 defensores del territorio sagrado Rarámuri.

La situación de inseguridad e injusticia es preocupante y se suma a la invisibilización en la que se encuentra la comunidad de Choreáchi, quien al día de hoy no cuenta con el reconocimiento legal del Estado sobre la propiedad de su territorio ancestral y sus bienes naturales enfrentando un contexto de violencia, agresiones, y amenazas.

Desde PBI continuaremos visibilizando y expresando nuestra preocupación a las redes de apoyo nacionales e internacionales por la situación de riesgo de la comunidad y de las personas defensoras que les acompañan como ASMAC. Acompañando a las personas defensoras y las comunidades originarias quienes consideran que permanecer en la Sierra Tarahumara es cuidar la vida.

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